20090430

Correr

Parte II


Al darse cuenta y percibirme como una persona diferente, cambió su máscara para hablar sinceramente y sus palabras fueron:

- Huir es siempre el camino hacia no involucrarse. Es mejor correr que sentirse desalmado....-
Sorprendiéndome, la miré a los ojos y le contesté:
- Correr no es el mejor camino, el futuro va seguir desarrollándose... aunque así no lo creas... Me hacés recordar a alguien... de una película, pero no se quien...-
-Titanic.-.
-¿Qué?- pregunte confuso.
-Titanic, a esa película te debo hacer acordar.- dijo ella sensualmente, creando una sonrisa en su rostro.
-¡Claro! ¡Kate Winslet es quien yo digo, tenés un parecido interesante, por no decir escalofriante.-
-¿Pero de que sirve parecerse? ¿Si en realidad no hay nada adentro? –
- ¿Nada donde? – .
- Dentro mío, y dentro tuyo.... por algo estamos acá, en este lugar, en este exacto momento.-
- No entiendo... me siento desconcertado.- dije levemente.
- No importa. No soy fácil de entender, y el mundo me es demasiado enredado para saber porque estoy aquí, porque vivo, existo, en una realidad inherente a nosotros. ¿Porque siempre un ave de alas recortadas y un coyote de pelaje grisáceo, son fenómenos de una exposición como este lugar?-.

Tras pronunciar estas palabras, dejó toda la ropa en su lugar, me miró de reojo, y comenzó a correr lejos, abandonando la boutique, a su gente, y a ese show de fenómenos que segundos antes me dejó inútil, de manera tal que mis extremidades no reaccionaban.
Sentía el hundimiento, sentía el medallón perdido bajo el océano atlántico, pero por sobre todo no me sentía para nada.
Era como si de repente ella resumió delante de mis narices, todas las respuestas que mis años de erudito insignificante me habían costado. No sabía ya que predicar, ni contra que ideología blasfemar, solo quería huir, salir despavorido, esfumarme, desintegrarme entre rosas de espinas áureas, ahogarme en sangre de inocentes, levitar o volar hacía un volcán en erupción, dejar el lugar, escapar, correr.
Vi su reflejo detrás de un enorme y soberbio ventanal. Ahí estaba esperando que sus palabras hicieran efecto. Nos quedamos largo rato mirándonos, hasta que volvió a mezclarse entre la lluvia, la niebla y corrió cruzando la calle, camino hacia la costanera donde el mar esperaba. Huí de aquel cementerio de vanidosos, la pude divisar entre todo el desconcierto, pero ella no se percataba de nada, excepto su andar, su huir de todo y todos.
Tras llegar a la costanera, y posando frente a un pequeño muro de piedra fina, miró en dirección a mí. Corriendo de repente me encontraba, hasta que encontré señales de su mirada perdida, y me detuve a pocos metros de ella.
Todo lo que sentí en ese momento fue destierro. Abandono para ambos, dos individuos entre una colonia de hormigas invisibles, que trabajan para producir su propio entierro. Los colores vivos del mundo de repente estaban difusos, inestables, inalcanzables, pero fronterizos. Decidí correr hacía ella de manera sagaz.
Sus ojos al presenciar mi movimiento, propusieron una rápida retirada, entonces ella comenzó a correr nuevamente.
Acertado en mi profunda decisión, logré adelantarme unos metros y tomar su brazo, atrayéndola a mí, de manera tal que un escape, por parte suya, resultara dificultoso. Así fue que me miró preocupada, atareada por la situación, y con una profunda pena en el alma dijo:

- ¿Vos pensás realmente que nuestra relación llegaría a funcionar? – .

Unos instantes de meditación habían llegado a comprender que en aquel instante, el show de fenómenos simplemente se había desvanecido, transformando su cuerpo etéreo, en una causalidad.
La música en mi mente cambió repentinamente, me detuve a pensar en su pregunta, simulando alguna especie de reflexión momentánea, intentando incluso descubrir la posibilidad de facilitar mis decisiones.
Tomé su brazo fuertemente, y logré ponerla frente a frente. Nuestros ojos se tocaron, nuestros egos, los millones y billones de tipos de energía que llegaríamos alguna vez a conocer, entendieron que el destino nunca forjó algún gatillador por sistema de computadora. La vida hoy, y a partir de ese momento, comprendí que se trataba de atajarse con un escudo emocional, a todos sus escenarios. Inclusive esos pedestales insostenibles, donde la ceniza volcánica es el único efecto posible de abandono.

- No lo sé, pero estoy seguro que no vas a sufrir – contesté sabiamente.
- Pero voy a emocionarme, y no quiero hacerlo, cuando alrededor mío crece solo malaria, y escombros.-

Sinceramente no supe que contestar.
Sinceramente no se me ocurrió absolutamente nada indefendible para arrimar a ese momento perpetuo.
El ambiente calló. Saltó ella el pequeño muro de piedra y se dirigió a la orilla de esa especie de playa en plena ciudad. Se sacó sus lujosas botas color celeste, dejando a la intemperie unas medias de color blanco pureza.
El viento comenzó a soplar, y su traslucido vestido moderno, se volvió en un ala flameante de color perfecto, evidenciando y transmitiendo una sensación de viveza a la bien abandonada gran ciudad.
Se sentó a un costado de las primeras pequeñas olas cristalinas.
Fue ahí cuando pensé en el lobo estepario de Hesse. Recordé un dilema perfecto planteado que me hacía entenderla, y no poder discernir ante nada ni nadie, la peor sensación de mis bienaventurados pensamientos. No era una historia trivial, ni mucho menos, pero nuestras circunstancias nos revelaban la abundancia en materia de escoria, quizás más de la que un chacal y un ave de vuelo aporreado pueden aguantar.

“Cada época, cada cultura, cada costumbre y tradición tiene su estilo, sus ternuras y durezas peculiares, sus crueldades y bellezas; consideran ciertos sufrimientos como naturales; aceptan ciertos males con paciencia. La vida humana se convierte en verdadero dolor, en verdadero infierno sólo allí donde dos épocas, dos culturas, o religiones se entrecruzan.”

Así me di cuenta que lo nuestro no fue casual, nunca nada de todo lo transcurrido fue casual, sino que algún motivo albergado existió en todo ello. Uno, varios, centenas, millones o cuatrillones de motivos por los que dos seres, sobresalen a toda la naturaleza de su entorno, causando un viaje hacía un infierno, un infierno sin igual, donde no existen las flamas sino la sensación de quemarse internamente, de obtener un cuadrillé de huesos machacados, aplastados y destruidos por el sistema de un putrefacto portal donde el humano genera su auto destrucción.
Evidencié sus palabras de tal manera, que miré alrededor y fue más que claro la panorámica visión.
Autos, humo, portafolios andantes, hombres asfixiados por sus sogas al cuello, cemento por doquier, colores oscuros, carteles propagandísticos enormes, con frases estúpidas, inconclusas e insoportables, la contaminación sonora, auditiva y humana creaban un campo de batalla.
No me pude concentrar, pero igual lo hice.

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