20080811

La prision (inconcluso 2)




Un crédito en el mundo correcto




Y la colorada tristeza se asomo detrás de mis oídos. Era tiempo de jugar al poker, de tomar un escocés, de sentirme arrogante por poder soñar y comprender cosas que ante no jugaba, ni pensaba que llegarían a existir.
Todo se volvió blanco y negro. Flashes constantes de nuestros cuerpos juntos, de ella preguntando si molestaba, y yo como un completo inútil respondía: “y….esta bien”.
Ya no hubo intersección de calle, pero las paralelas de mi existencia se fueron juntando, y terminamos a las dos de la mañana en el bar del centro, ese tan acribillado como si se tratase de la vieja Gergovie.
Su hermana y ella, Clarisa y Candente sus nombres, y que par de costumbres formamos aquel momento, en la esquina del lugar, teñido de oscuro sombrío. Alejado de la civilización, prepotentes de costumbrismo nos mirábamos los tres a los ojos, y montando diferentes posiciones nos habríamos a una nueva charla hiper espacial.
No hubo política, no hubo condiciones, simplemente dejarnos jugar.
Quizás Candente era más abierta, o quizá toda la cantidad de cerveza se le había subido demasiado
(como si se tratase de una replica de mi mismo) y sus sentencias se tornaban cada vez más eróticas,
y me recordaba que todavía debería tener una jurisdicción donde partir mis emociones.
Al final todo fue en vano, el alcohol subió a la sangre y nos descalabramos ahí en el piso mismo,
lleno de hedor y remordimiento, pero al menos pudimos tocarnos las piernas y el resto de ellas.
Sería un leve recuerdo para mis organizaciones, aceptar la necesidad de subirme el autoestima, debutando mis
momentos más romanticotes (o más persuasivos) con aquella belleza multifacético que toca todo lo que
convierte en oro.
Y si.. me sentía un lingote, un dólar americano, una corona checa, una libra esterlina, sin perder más tiempo
en devaluaciones tiré mis ultimas jugadas, sembrando así la necesidad de acreditarme dentro de un cuerpo
tan ingenuo, tan osado, y tan puro a la vez. No hubo dolor, solo hubo incongruencia de mi parte.
Una enorme racha de saliva humana cubrió las dos cabezas, los labios mojados en lágrimas parlantes,
una mezcla de drogadicción y películas de cine, un esplendor espontáneo, menester en estos momentos de
caudales sangrientos, donde la asquerosidad se torna en la belleza, y Marco Aurelio mira de reojo, para que
el imperio no llegue a su fin.
“Mi papá es un ex comisario”, fueron sus últimas palabras antes de degollarnos.

El Señor de Los Caramelos

Montañas blancas asemejándose a mis vistas. Tengo muchos sentidos alerta, pero por más que quiera resistirme,
hoy vuelvo a caer en todas estas películas complejas, planos secuencia de mi vida o quizá la de algún otro,
que tanto me necesita y como si no me diera cuenta, vivo, siento y de a ratos existo.
Me atemorizaría presentarme sobrio ante una situación, con la cabeza en blanco, y el líquido encéfalo raquídeo
fluyendo alegremente.
La alegría es el estado más cercano al suicidio. Una masturbación de sentidos que apenan las velas de una existencia monogámica,
que aplasta los dogmas de probar todo lo que sea alucinógeno, todo aquello que destrabe las programaciones con el mundo heterosexual que tanto demuele a los individuos,
sea así por sus creencias o sus supersticiones.
La visión estaba teñida de verde. Llegué como de costumbre al templo de los monjes, y fui instruido en una nueva disciplina, mis metodismos fueron sustituidos por una depresión inerte, mis técnicas de sonreír se transformaron en masacrarme con carcajadas interminables, y así supimos rendir culto a los salvadores de Gaia, que tanto desconectan la energía negativa.
Mi imaginaba a mi mismo en un túnel blanco, de terminación cónica, rodeado de una selva desolladora, sacudía mi viaje hacia la luz, una luz similar al fuego, de llamas eternas y de ningún tormento. El fuego que renace, como el ave fénix, y hoy me olvidé de todos los problemas, que cuanto había maldecido fue en vano, y que iluminarse es una de mis más envidiables características, por lo que ya no tenía sentido pensar lo malo de lo bueno, lo perfecto de lo patético, lo idiota de lo excelente, lo general de lo mediocre, y para coronarme al fin, deje mis brazos amputarse al calor de esa flama, quemando lentamente el túnel cónico.
Inhalando y exhalando complete aquel viaje astral.
El ritmo cardíaco era elevado.
Una sensación de volatidad recorría mis miembros, especialmente mi cerebro, que tanto divagar se enfermaba con pensamientos inhumanos, o humanos a la vez, si nos tenemos que poner a debatir sobre estos.
Las meditaciones fueron de muchos túneles, demasiados Fenixes renacieron en aquel momento, y simplemente pude dejarme llevar antes que me derritiera en mi propia soberbia.
Hoy pude escuchar demasiadas cosas, quizá muchas de ellas no debería conocer, ni enterarme, otras las debería haber amado, odiado, acribillado con mi ideología paupérrima, que empleo de vez en cuando, para convencer a alguien de que hoy estoy más intelectualoide, y me vas a respetar, te guste o no. La retórica de Sócrates básicamente.
Afuera la lluvia invadía todo. Tranquila y melancólica, cavaba senderos oscuros, preguntando hasta que punto íbamos a llegar con la meditación, cuanto más podíamos soportar enviciar los sentidos, en torrentes de Tiramisú, pan blanco y queso, jugo de naranja sin gas (no 0% y con plus de vitaminas), caramelos de damasco y ananá, cigarrillos varios, y otras cosas que no tiene sentido recordar.
El azúcar me puede. Una dosis de ellos cuando estoy hundido en un estilo Trainspotting, de fondo recuerdo las palabras: “..It’s just a perfect day, I’m glad I spended it with you..” y pienso por eternidades. El espacio temporal se vuelve la cucha de un perro, partículas subatómicas me avecinan la intuición de pensar que si hoy me muriese, no compartí nada con nadie.
Por ahí también compartí demasiadas cosas, y no quiero evidenciarlo de esa manera, porque me preocuparía en grandes cantidades morir y tener demasiados afectos.
Morir con un montón de gente alrededor, personas que te adoran, que te envidian, o que simplemente están ahí, para ser bombardeados como en el Guernica, si hoy tuviese que esfumarme… ¿Sería rápido e indoloro, para que yo no pueda comprenderlo? ¿Me mutilara el pensamiento primero, y después treparía el ataúd de mis últimos momentos, hundiéndome en vicios descomunales, catatónicos, de esquizofrenia ilimitada, parricidio o paredón a mi mismo, para después caer sublime ante la mirada?

1 comentario:

Juan Xiet dijo...

no deja de sorprenderme este blog
y eso que los blogs con textos tan largos no logran sostenerse
pero soy afortunado
hace una semana que estoy en cama
en bata
y tomando un fernet
comodamente reposado en mi sillón.
Afuera el chichicicnchicnchicn de los carritos de compras de supermercado.
sólo que esta vez no están comprando nada
buscan...
buscan latas y cartones en la nochebocadelobo monserrateana.
pero soy afortunado
puedo estar aca y beber
fernet y letras.
gracias por eso.

pd:si algun día tenes ganas sería muy copado que publiques una columna o informe en mi pagina
www.poesiaurbana.com

pd2:te espero en la fiesta, vaa estar buena ;)