“Y vos también, me haces sentir re bien”
Y ahí estoy tirado para siempre, irritándome en el porque de los cuales, fue el error más grande, si haberte conocido o denegar que me cuesta existir del lado ajeno. Me cuesta comprender porque he de jugar el vil papel, de ser un grosero, un insolente viajante de corazones, con una pierna izquierda a medio magullar, una mente promiscua y un sentimiento partido de alguna vez cortejarte, aunque sea un ratito como en las películas...
No puedo entender que me hace aterrarme de mi propia idiosincrasia hacia tu sexo, no apuesto a ganarme tu selva, ni cortarte las alas, ángel etílico, pero si pretendo demostrarte que el sabio más audaz, es el que peor se viste, y no el que leyó el libro más grande.
Quería enseñarte que la religión estaba dentro tuyo, y que me perdones aquella noche que no tenía plata para pagarte una última cerveza, después de darme cuenta que ni siquiera estabas ahí, pero mis pulmones ya palpitaban toda la nicotina que ocupó tu desaparición.
He alucinado, e inoculado el destino de ser infiel al karma. He apestado la existencia con los nuevos viajes, cuando ni siquiera mi remera y mi vaso de vino son capaces de hablarte, ni contarte o preguntarte si eras vos la chica bonita de la fiesta, y entonces así podría comprobar si me retorcía por saberlo, o por jurarme que ibas aparecer.
Capaz no entiendo porque nada. Capaz entiendo que nada es eso: absolutamente nada. Tener nada, es como tener todo, pero sin nada que valga la pena. Acobijar ilusiones en cubeteras de cerveza, entre nubes de cigarrillo verde bonito, da igual como jugar mis fichas de ajedrez en ese futuro que no se va ver de la mano tuya.
Si bailaba y mis ojos brillaban, era porque tu pelo se veía espectacular. El detalle de tu fino calzado color negro, alegró toda mi noche, aunque supiera que me quedaban dos cigarrillos o un billete de dos pesos.
Cambiara todo de la nada que tengo para volver a verte bailar y sentirme afortunado de estar en la prisión de mirarte, no podría nunca tocarte ni asegurarme de que tengas interés en coagularte en conjunto, porque el destino se forjó ayer en color medio grisáceo lila.
Quizá si me devoraras un poco, no lograrías engullir el todo de mí, yo podría tragar un pedazo de tu esencia y dejarte por siempre en el recuerdo para que cuando me esfumase, ni la marcha ni el dolor sean la misma crema de los problemas. Sería más fácil aún porque al menos hubiéramos probado el fruto divino del edén, y que castigo hermoso y atormentador sufrir delirio porque has decidido no masticarme.
Quizá todo sea producto de mis halagos a mi mismo, o de mi vil egocentrismo que se tortura a si mismo por no sufrir la derrota del antítesis, o por ser una vulgar enzima de color alga marina, que irradia, emite, desprestigia y florece toda la pena, y la somatización de elegir el camino mas errado. Quizá no recuerdes el porque de la carta, ni recuerdes el porque de ese disco hermoso, quizá nada exista después del todo, y horripilantemente he dependido una vez más de la fantasía que me producen las palabras, quizá se me ocurriría pensar que te vas empachar de todo lo que tengo que decir, aunque nada te guste, o creas que no te guste, porque desconoces toda esa paleta de pintor que son los colores que he vivido.
No puedo creer ni pensar que haber soñado con despertar entre tu brazo derecho fue una alarma falsa de porque no debo ser hipócrita con mi ego, y reconocer que no existe castillo capaz de soportar tu asedio.
No creo que aceptes el todo terminar en la nada, o dejar de sentir el apetito de destrucción, hemoglobina de las cosas que no querés complicarte, es el tiempo de tu vida para hacer hoy lo que mañana no vas arriesgar... es tiempo de pensar hoy lo que mañana vas a dudar...
Es tiempo también de creer en que algo vas a necesitar de mi, cuando entiendas lo que pasó dentro de mis lápidas, vas a tener que conquistar el éxodo de estos versos, para sufrir el vació de pasar esa noche eterna sin tiempo de pensar el cuan de todo, y la nada que me aborda haberte conocido para retomar el camino de esa misma soledad......
Soledad abrupta, creciente y menguante en noviembre, asechante en verano e insoluble en humanidad el resto del año, del siglo y del tiempo.
Pasantía me gustaría ver un último rato a las 7 de la mañana de un domingo, comprándote rosas y claveles en la esquina de Boedo para saber que mañana nos vemos, en el mismo sueño y en el mismo lugar de todo.... o de nada.
Playlist: El Blanco Cristal
Hace 5 años
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